sábado, 2 de junio de 2018

La historia geológica de America del Norte

La geografía de nuestro planeta está en proceso de cambio. Cada continente en todo el mundo resurge en una o varias placas tectónicas, cambiando de manera espectacular con el tiempo. Hoy nos centraremos en América del Norte y cómo su paisaje familiar y características emergieron a lo largo de cientos de millones de años.

Nuestra historia comienza hace unos 750 millones de años. Conforme el supercontinente Rodinia se vuelve inestable, se agrieta a lo largo de lo que hoy es la costa oeste de América del Norte para crear el Océano Pantalasa. Quedó un continente ancestral llamado Laurentia, que crece en los siguientes cientos de millones de años producto del choque con cadenas de islas que le añaden masa de tierra.

Nos situamos en 400 millones de años atrás. La costa este de hoy, la enorme placa africana avanza poco a poco al oeste, cerrando el antiguo Océano de Lapetus. Por último, choca con Laurentia hace 250 millones de años para formar otro supercontinente, Pangea. La inmensa presión hace surgir fallas y plegamientos, apilando rocas hasta formar las montañas Apalaches.

Avancemos un poco. Unos 100 millones de años después Pangea se fractura, abriendo el Océano Atlántico Sur entre la nueva Placa Norteamericana y la Placa Africana. Seguimos avanzando y ahora la Placa Farallón se desplaza hacia el este y converge con la costa occidental de hoy. La mayor densidad de la Placa Farallón la hace hundirse bajo América del Norte.
Esto se conoce como subducción, y dispersa el agua en el manto lleno de magma. Esto reduce el punto de fusión del magma y hace que se eleve en la placa de América del Norte suprayacente. Desde una cámara subterránea, el magma se desplaza hacia arriba y entra en erupción a lo largo de una cadena de volcanes. El magma todavía bajo tierra se enfría lentamente, cristalizando para formar roca sólida, incluyendo el granito de hoy  del Parque Nacional de Yosemite y de la Sierra Nevada. Volveremos a esto más adelante.

Ahora, estamos a 85 millones de años atrás. La Placa Farallón se vuelve menos empinada, causando actividad volcánica con  extensión al este y finalmente cesa. Cuando la Placa de Farallón se hunde, comprime América del Norte, elevando sierras como las Montañas Rocosas, que se extienden a más de 5000 km. Poco después, la Placa de Eurasia se fractura desde América del Norte, abriendo el Océano Atlántico Norte. Avanzamos de nuevo.

La meseta de Colorado ahora se eleva, probablemente debido a una combinación de flujo hacia arriba del manto y un engrosamiento de la placa de América del Norte. En futuros milenios, el río Colorado con el tiempo esculpirá la meseta en el épico Gran Cañón. Hace 30 millones de años la mayor parte de la Placa Farallón se hunde en el manto dejando solo pequeñas esquinas todavía hundidas. Las placas del Pacífico y América del Norte convergen y se forma un nuevo límite llamado falla de San Andrés.

Aquí, América del Norte se mueve hacia el sur, deslizándose contra la placa del Pacífico que se desplaza hacia el norte. Este límite de placa todavía existe hoy, y se mueve alrededor de 30 mm por año capaz de causar terremotos devastadores. San Andrés también se desprende en el oeste de América del Norte a través de una amplia zona agrietada. Esta región extensa se llama la región de Cuencas y Cordillera y por levantamiento y erosión, es responsable de destapar el antiguo  granito de Yosemite y la Sierra Nevada.

Hace 15 millones de años atrás el magma desde el manto quema un agujero gigante en el oeste de América del Norte, periódicamente en erupción sobre la superficie. Hoy en día, este punto de acceso alimenta un súper volcán activo por debajo del Parque Nacional de Yellowstone. No ha erupcionado en los últimos 174 000 años, pero si lo hiciera, su pura fuerza podría cubrir la mayor parte del continente con ceniza lo que ennegrecería el cielo y amenazaría a la humanidad.
El supervolcán de Yellowstone es solo un recordatorio de que la Tierra sigue hirviendo bajo nuestros pies. Sus placas móviles ponen al planeta en un estado de flujo constante. En otro pocos cientos de millones de años, quién sabe cómo habrá cambiado el paisaje de América del Norte.

A medida que el continente se transforma poco a poco en algo desconocido, solo el tiempo geológico lo explicará.

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