domingo, 22 de julio de 2018

Cómo se descubrió la aspirina


Hace 4000 años los antiguos sumerios hicieron un descubrimiento sorprendente. Si raspaban la corteza de un tipo particular de árbol y se la comían les desaparecía el dolor. Poco sabían ellos que lo que habían encontrado estaba destinado a influir el futuro de la medicina.

Lo que los sumerios descubrieron fue un precursor de la medicina conocida hoy como aspirina. El ingrediente activo de la aspirina se encuentra comúnmente en los sauces y otras plantas silvestres, que es cómo llegó a infundir las tradiciones médicas de Sumeria, del antiguo Egipto, de la antigua Grecia, y de otras culturas.

Sobre el 400 aC, Hipócrates, considerado el padre de la medicina moderna, recomendaba masticar la corteza de sauce para aliviar el dolor y hacer té de hojas de sauce para aliviar el dolor del parto. Pero nos llevó más de 2000 años investigar exhaustivamente su potencial.

A mediados del siglo XVIII un inglés llamado Edward Stone realizó cinco años de experimentos, mostrando que la corteza de sauce aplastada en polvo y comida podía curar una fiebre. Pasaron casi 70 años hasta que un farmacéutico alemán, Johann Buchner, finalmente identificara y purificara la sustancia que hizo todo esto posible, un compuesto llamado salicina. Para entonces, los médicos usaban rutinariamente corteza de sauce y otras plantas ricas en salicina, como la hierba reina de los prados, para aliviar el dolor, la fiebre y la inflamación. Pero identificar el compuesto exacto de repente abrió la posibilidad de manipular su fórmula.

En 1853 un químico francés logró sintetizar químicamente el compuesto, creando una sustancia llamada ácido acetilsalicílico. Luego, en 1897 la compañía farmacéutica Bayer encontró un nuevo método y comenzó a comercializar el compuesto como un analgésico llamado aspirina. Esta fue reconocida como una de los primeros fármacos sintéticos. Originalmente, la aspirina era solo de la marca de Bayer: A para acetilo, y pirina para la reina de los prados, cuyo nombre botánico es Spiraea ulmaria. Pronto la aspirina se convirtió en sinónimo de ácido acetilsalicílico.

A medida que crecía su influencia, se vio que la aspirina no solo alivia el dolor, sino también muchos problemas  relacionados con la inflamación, como la artritis reumatoide, pericarditis, que inflama la bolsa de líquido alrededor del corazón, y la enfermedad de Kawasaki, en la que los vasos sanguíneos se inflaman. Sin embargo, a pesar del valor médico de la aspirina, en este punto, los científicos aún no sabían cómo funcionaba. En las décadas de 1960 y 1970 científicos suecos y británicos cambiaron eso. Mostraron que la droga interrumpe la producción de ciertos químicos llamados prostaglandinas, que controlan la transmisión de las sensaciones de dolor y la inflamación. En 1982 ese descubrimiento les hizo ganar el Premio Nobel de Medicina.

Con el tiempo la investigación también ha descubierto los riesgos de la aspirina. El consumo excesivo puede causar  hemorragia intestinal y cerebral. También puede desencadenar el Síndrome de Reye, una enfermedad rara, pero a menudo fatal que afecta el cerebro y el hígado en niños con una infección. Y a fines del siglo XX el éxito de la aspirina se vio  ensombrecido por nuevos analgésicos con menos efectos secundarios, como acetaminofén e ibuprofeno.
Pero en la década de 1980 nuevos descubrimientos sobre los beneficios de la aspirina revivió el interés en ella. De hecho, los ganadores del Premio Nobel de 1982 también demostraron que la aspirina reduce la producción de tromboxanos, productos químicos que causan aglomeración de plaquetas, que a su vez forman coágulos de sangre. Un ensayo clínico emblemático mostró que la aspirina reduce un 44 % el riesgo de ataque cardíaco en participantes que tomaron el medicamento.

Hoy se receta a personas con riesgo de ataque cardíaco o accidente cerebrovascular porque reduce la probabilidad de que se formen coágulos en las arterias que irrigan el corazón y el cerebro. Aún más intrigante, hay un creciente cuerpo de investigación que sugiere que la aspirina reduce el riesgo  e contraer y morir de cáncer, especialmente cáncer colorrectal. Esto podría deberse a los efectos antiplaquetarios de la aspirina. Al reducir la actividad plaquetaria, la aspirina puede disminuir los niveles de una cierta proteína que ayuda a las células cancerosas a diseminarse.

Estos descubrimientos han transformado la aspirina de un mero analgésico a un tratamiento potencialmente salvavidas. Hoy consumimos aproximadamente 100 mil millones de aspirinas cada año, y los investigadores continúan  buscando nuevas aplicaciones. Ya, la versatilidad de la aspirina ha transformado la medicina moderna, lo cual es asombroso considerando sus humildes comienzos como un raspado de corteza de sauce.

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