Mira tu mano. ¿Cómo sabes que es realmente tuya? Parece obvio, salvo que hayas vivido la ilusión de la mano de goma. En este experimento, una mano falsa se coloca frente a ti y tu mano real está escondida detrás de una pantalla. Ambas se acarician simultáneamente con un pincel. No importa cuánto te recuerdes que la mano falsa no es tuya, finalmente empiezas a sentir que es así, e inevitablemente te estremeces cuando se ve amenazada con un cuchillo.
Eso puede ser solo un truco temporal, pero habla de una verdad más grande: nuestros cuerpos, las partes físicas y biológicas de nosotros, y nuestras mentes, el pensamiento, los aspectos conscientes, tienen una relación complicada y enredada
¿Cuál te define principalmente a ti o a ti mismo? ¿Eres un cuerpo físico que solo experimenta pensamientos y emociones como resultado de las interacciones bioquímicas en el cerebro? Eso sería un cuerpo con una mente.
¿O hay alguna parte no física de ti que está tirando de las cuerdas pero podría vivir fuera de tu cuerpo biológico? Eso sería una mente con un cuerpo.
Eso nos lleva a una vieja pregunta de si el cuerpo y la mente son dos cosas separadas. En un famoso experimento mental, el filósofo del siglo XVI René Descartes señaló que incluso si todas nuestras sensaciones físicas fueran solo un sueño alucinatorio, nuestra mente y pensamientos todavía estarían allí. Eso, para él, fue la prueba definitiva de nuestra existencia. Y lo llevó a concluir que la mente consciente es algo separado del cuerpo material que forma el núcleo de nuestra identidad.
La noción de una conciencia no física se hace eco de la creencia de muchas religiones en un alma inmaterial para las cuales el cuerpo es solo una cáscara temporal. Si aceptamos esto, surge otro problema. ¿Cómo puede una mente no física interactuar con el cuerpo físico? Si la mente no tiene forma, peso o movimiento, ¿cómo puede mover tus músculos? O si suponemos que puede, ¿por qué tu mente solo puede mover tu cuerpo y no otros?
Algunos pensadores han encontrado formas creativas para sortear este dilema. Por ejemplo, el sacerdote y filósofo francés Nicolas Malebranche afirmó que cuando pensamos en alcanzar un tenedor, en realidad es Dios quien mueve nuestra mano. Otro filósofo sacerdote llamado George Berkeley concluyó que el mundo material es una ilusión, que existe solo como percepciones mentales.
Esta cuestión de la mente versus el cuerpo no es solo dominio de los filósofos. Con el desarrollo de la psicología y la neurociencia, los científicos han pesado, también. Muchos científicos modernos rechazan la idea de que hay alguna distinción entre la mente y el cuerpo. La neurociencia sugiere que nuestros cuerpos, junto con sus sentidos físicos, están profundamente integrados con la actividad en nuestros cerebros para formar lo que llamamos conciencia. Desde el día en que nacemos, nuestro desarrollo mental se forma por la interacción de nuestro cuerpo con el mundo externo. Cada visión, sonido y tacto crean nuevos mapas y representaciones en el cerebro que finalmente se vuelven responsables de regular nuestra experiencia de nosotros mismos.
Y tenemos otros sentidos, además de los típicos cinco, como la sensación de equilibrio y un sentido de la ubicación relativa de nuestras partes del cuerpo. La ilusión de la mano de goma, y experimentos de realidad virtual similares, muestran que los sentidos pueden confundirnos fácilmente en nuestro juicio de nosotros mismos. También sugieren que nuestro cuerpo y las sensaciones externas son inseparables de nuestra conciencia subjetiva. Si es así, quizás el experimento de Descartes estuvo equivocado desde el principio. Después de todo, si cerramos los ojos en una habitación silenciosa, la sensación de tener un cuerpo no es algo que podamos imaginarnos.
Esta cuestión de mente y cuerpo se vuelve particularmente interesante en un momento en el que estamos considerando tecnologías futuras, tales como prótesis neuronales y robots portátiles que podrían convertirse en partes extendidas de nuestros cuerpos. O la idea un poco más radical de la carga mental, que da la posibilidad de vida inmortal sin cuerpo al transferir una conciencia humana a una computadora. Si el cuerpo está profundamente mapeado en el cerebro, entonces al extender nuestro sentido del yo a nuevos dispositivos portátiles, nuestros cerebros pueden eventualmente adaptarse a una versión reestructurada con nuevas representaciones sensoriales. O tal vez subir nuestra conciencia a una computadora podría no ser posible a menos de que también podamos simular un cuerpo capaz de proporcionar sensaciones físicas.
La idea de que nuestros cuerpos son parte de nuestra conciencia y viceversa tampoco es nueva. Se encuentra ampliamente en el pensamiento budista, así como en los escritos de filósofos de Heidegger a Aristóteles. Pero por ahora, aún nos queda la pregunta abierta de lo que exactamente es nuestro yo. ¿Somos una mente equipada con un cuerpo físico como sugirió Descartes? ¿O un organismo complejo que ha ganado conciencia durante millones de años de evolución gracias a un cerebro más grande y más neuronas que nuestros antepasados distantes? ¿O algo completamente diferente que nadie ha soñado hasta ahora?
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